martes, 3 de abril de 2007

Mensaje Pascual de los Obispos de la Patagonia

MENSAJE DE PASCUA DEL 2007

DE LOS OBISPOS DE LA REGIÓN PATAGONIA-COMAHUE

(DIÓCESIS DEL ALTO VALLE, COMODORO RIVADAVIA, NEUQUÉN, RÍO GALLEGOS,

SAN CARLOS DE BARILOCHE y VIEDMA)


“Iré delante de Ustedes a Galilea” (Mt. 26,32)

“PASCUA ES VIDA NUEVA, porque está JESÚS”


Como Pastores de las diócesis que conforman la “Región Pastoral Patagonia-Comahue”, queremos saludarlos y acercarles esta reflexión conjunta en la Pascua del 2007.


Los invitamos a detenernos en este anuncio pascual que nos trae el Evangelista San Mateo: “Ese mismo día, por la mañana, se apareció un ángel a las mujeres que habían ido al sepulcro y les dijo: “No teman, yo sé que ustedes buscan a Jesús, el Crucificado. No está aquí, porque ha resucitado como lo había anunciado (…) Y vayan en seguida a decir a sus discípulos: ‘Ha resucitado de entre los muertos, e irá antes que ustedes a Galilea: allí lo verán”. (…) los Once discípulos fueron a Galilea” (Mat. 28, 5-16).


1) Galilea era el nombre de la región norte de Palestina. Era una población constituida por personas de muy diversos orígenes. Estaba alejada de Jerusalén, la ciudad del templo, del poder, de la ley. Los galileos no eran tan observantes de la religión como sus hermanos de Judea, del sur, que vivían cerca del Templo de Jerusalén. Es así que los del sur no los estimaban, para ellos denominar a alguien “galileo” era para despreciarlo. Los galileos tenían una fe escondida bajo sus preocupaciones cotidianas; eran de los que “pelean” el pan de cada día. Estaban también más comprometidos en los movimientos de liberación; se resistían al orden impuesto por Roma. Para el mundo religioso era la tierra de los “paganos”; lugar de la oscuridad, de las tinieblas y del olvido.

Jesús creció y vivió casi toda su vida en Galilea. Allí en Galilea estaba Nazareth, lugar donde Jesús se crió. Los años de Nazareth fueron el tiempo donde Jesús experimentó la cultura de su pueblo con sus riquezas y miserias, el valor de la familia, la importancia de la educación, los acontecimientos que afectaban la vida del pueblo, la experiencia del trabajo, las relaciones humanas, el sufrimiento y la opresión, la cercanía de Dios Padre. Jesús vivió toda su vida de predicador caminando “hacía Jerusalén”, pero antes de llegar a la ciudad santa, pasó por las regiones donde vivían los olvidados, los pequeños, los pecadores, los necesitados. El Señor no rehusaba ciertamente estar en Jerusalén, esa era su meta, pero se encontraba bien viviendo en medio de “los pequeños, los humildes” de los cuales hablan los Evangelios como de sus preferidos, que lo buscaban aún a costa de grandes sacrificios, para escucharlo con avidez, confiarle todas sus dolencias y así encontrar el consuelo y la misericordia de Dios.

Los apóstoles, excepto Judas que pertenecía a la región de Judea, eran galileos. Fueron llamados por Jesús en su lugar de trabajo, en su familia, en su círculo de amigos, o en momentos de particular vivencia espiritual. En todo caso siempre en su ambiente cotidiano. Galileas eran también las mujeres que “habían seguido a Jesús para servirle” (Mt.27,56).


2) Aquí es donde Dios se manifiesta en plenitud en la encarnación de su Hijo Jesús: “Galilea de los gentiles: el pueblo que habitaba en tinieblas ha visto una gran luz” (Mt.4,15-16). Luz que se manifiesta en ese niño “envuelto en pañales y acostado en un pesebre” (Lc. 2,12). Luz que lejos de ocultarse definitivamente en la cruz del Viernes Santo vuelve a brillar con toda su plenitud en la Pascua de la resurrección. Y Galilea no vuelve a las tinieblas, porque será iluminada por la luz del Resucitado. El mismo Jesús nos dice “después de mi resurrección iré delante de ustedes a Galilea” (Mt.26,32). Y esto es justamente lo que celebramos en esta Pascua 2007: a Cristo Resucitado en medio nuestro, iluminando y transformando “nuestra Galilea”, es decir nuestra historia y nuestra realidad cotidiana. El “Paso” de las tinieblas a la luz, de la muerte a la vida. Todas las muertes: la muerte biológica, la muerte psicológica, la muerte espiritual todo en Cristo ya ha sido vencido. Como Iglesia no queremos nunca dejar de anunciar con alegría esta presencia de Dios en la historia. Que nadie entonces mate esa alegría; que vivamos todos el amor con que Dios nos visita. Dios no nos ha abandonado, nos ama de verdad, Dios está con nosotros. Mantengamos esta ilusión profunda de nuestra fe. Da tristeza ver muchas personas pesimistas, como si ya todo estuviera perdido; como si hoy “nuestra Galilea” fuera dominada sólo por las tinieblas y no brillara sobre ella la luz de Cristo. Por eso todavía muchos viven en la resignación, soportando o escapando de la responsabilidad de la vida. Pero eso no es vida, no es la vida que Dios quiere para nosotros, no es la vida de los que creemos en la Resurrección de Cristo.


3) Queridos hermanos y hermanas nos parece que en esta Pascua debemos volver a escuchar y experimentar: “Vayan a Galilea que allí me encontrarán”. Es una invitación a meternos dentro de la vida concreta del lugar en el que cada uno vive, tratando de compartir con todos los demás los desafíos que esa vida nos trae. Invitación a no tener miedo e ir adentro de la sociedad, de la cultura actual porque ya allí el Señor nos ha precedido. Allí el Resucitado está actuando y nos espera a fin de que colaboremos con Él en la regeneración de la sociedad nueva que Dios sueña para felicidad de toda la humanidad.

Pero es la fe en Cristo crucificado y resucitado la que nos obliga a no tener miedo y a salir de nuestros encierros egoístas y de nuestra estrechez de corazón para “ensuciarnos en el barro” de la vida cotidiana, participando plenamente en las tristezas y las alegrías, las esperanzas y las angustias de nuestros hermanos.

Es cierto también que hoy en nuestra Galilea hay distintas muertes. Pero justamente allí está Cristo que nos resucita de la tristeza y la desesperanza, de la ausencia de Dios en los corazones, de la falta de ética, de tantas esclavitudes que conducen al vicio y la maldad. Cristo nos resucita del desamor y del amor mal entendido. Él que no ama desde la entrega fiel y el servicio generoso a sus hermanos, es un muerto. Vivir consiste en amar bien.

El Papa Benedicto XVI nos lo recuerda así: “La respuesta que el Señor desea ardientemente de nosotros es ante todo que aceptemos su Amor y nos dejemos atraer por Él. Aceptar su amor, sin embargo, no es suficiente. Hay que corresponder a ese amor y luego comprometerse a comunicarlo a los demás…” (Mensaje de Cuaresma 2007)


4) Y con Jesús resucitado queremos insistir: “vayan a Galilea”, “vayamos –juntos- a Galilea”. No olvidemos: este año será un año muy importante para cuantos quieran encontrarse con el Señor, no solamente en las celebraciones, sino también en la vida social y política de nuestra Patria: las elecciones a nivel nacional, provincial y municipal, serán una oportunidad para el compromiso ciudadano. Para asumir esta responsabilidad, vale la pena tener en cuenta algunas afirmaciones que nos pueden ayudar a iluminar nuestra decisión a la hora de emitir el voto:

a) Como discípulos de Jesucristo podemos optar por el partido político y la propuesta social que juzgamos mejor para conseguir el bien general, con tal que no contradiga el orden moral basado en la dignidad y respeto de cada persona humana, con particular atención a las más indefensas, como enseña el Evangelio.

b) Una consecuencia importante de este principio es que el católico que participa en política o interviene de cualquier manera en la vida pública, no actúa ni como representante de la Iglesia, ni como mandatario de la misma, ni como apoderado de sus intereses espirituales o materiales, sino que interviene en el ordenamiento de la sociedad por propio derecho. Por otra parte, un auténtico hijo de la Iglesia no niega su fe, ni la oculta; pero tampoco la utiliza para fines políticos o de gobierno. Vive su compromiso cristiano al servicio de una ciudadanía activa.

c) Es tarea de los bautizados, iluminando su mente y su conciencia con la Doctrina Social de la Iglesia actuar en la vida pública libremente y con responsabilidad, aunque esto pueda llevarlos a conflictos con situaciones de poder y de intereses personales.


5) Los grandes desastres económicos y socio-políticos de los últimos decenios han dejado sus rastros en la sociedad argentina. Hoy vivimos una situación con mayor posibilidad de empleo, de relativa calma y de reactivación económica. Pero nuestro futuro sigue amenazado por una persistente caída de valores, por una insistente campaña antinatalista en un país rico y despoblado, y por la ausencia de proyectos más humanizadores.

Estas luces y sombras, y en este momento histórico en que la actividad política está muy devaluada, exige a los cristianos que están en la política una seria preparación para elevar el nivel del debate en Argentina, una mayor capacidad de propuestas claras, una apertura al diálogo pluralista, una clara identidad que les permita participación plena sin traicionar su conciencia. Por otro lado reclama a los que serán elegidos que asuman con grandeza de espíritu el servicio que se les pide. Que se esfuercen de generar un modelo social que garantice un crecimiento sustentable, la defensa de la vida, la protección de la familia, la cultura del trabajo, la educación de los jóvenes, la preocupación por los pobres, la equitativa distribución de los bienes, el cuidado de los valores que conforman nuestro acervo cultural, la integración plena de los inmigrantes, la igualdad de oportunidades para todos, el respeto del medio ambiente.

Es importante señalar también que no hemos todavía logrado superar del todo la vieja política de gobernantes que temen perder el control, y de dirigentes que evidencian estar demasiado aferrados al poder. Esto lleva al mantenimiento del modelo “clientelar” que debilita sistemáticamente a las instituciones republicanas. A su vez termina boicoteando las formas participativas que debe tener la sociedad. Y no genera el compromiso de buscar con creatividad cómo solucionar los graves problemas de marginación y pobreza que aún padecemos.


6) Sin embargo, creemos sinceramente que en nuestro querido País, en nuestras provincias y municipios, en nuestras ciudades con sus barrios, y en nuestras localidades rurales con sus parajes y campos, hay anhelo de vida nueva.

La presencia del Señor Resucitado, en esta nuestra Galilea, nos reclama una revisión profunda de nuestro compromiso ciudadano. Lejos de constituirnos en jueces de los demás, cada uno está llamado desde la fe a “dejar la vieja levadura” (1Cor 5, 6b-8), empeñándonos en la novedad de vida, mentalidad, actitudes y obras que trae Jesucristo, para que construyamos la Civilización del Amor.

Por eso nuestro llamado es a que en esta Pascua se alimente la grandeza ciudadana de ponerse al servicio del Bien Común en las campañas previas y en las realizaciones concretas de las diversas próximas elecciones de autoridades. Que se elija la Vida y el respeto de los derechos que asisten a todas las personas, con la certeza de nuestra fe en un Dios que tiene predilección por los hijos más débiles y postergados.

Por otra parte, ante el 25º aniversario del conflicto bélico de las Islas Malvinas, tan cercanas al territorio patagónico y al corazón de los argentinos, pedimos que la Pascua nos ilumine para creer que la paz se construye con el diálogo y que la diplomacia es el único camino para lograr una solución justa, humana y duradera, a la controversia sobre la soberanía de nuestras islas.

Todos aspiramos a una Pascua con un fuego nuevo que queme el mal de la injusticia, la mentira y los intereses que, por ser sólo particulares, se olvidan del Bien Común. Que la Pascua transforme a los patagónicos en mujeres y varones llenos de Paz y Alegría, dispuestos a ponerse al servicio de sus hermanos.

¡Cuántas resurrecciones son necesarias en nuestra querida Patagonia! Resucitar de lo que esclaviza y mata, de las fuerzas tenebrosas que lucran con la trata de personas, concentran los recursos en pocas manos, y destruyen a familias enteras en los casinos y en el juego, en el alcohol y la droga.

El hombre mata y muere cuando odia, cuando oprime, cuando acapara. En cambio, el hombre vive y hace vivir cuando respeta, cuando ayuda, cuando comparte, cuando ama cuando asume el mensaje de nueva Vida que nos trae la Pascua de Jesús.

La Pascua y su mensaje están en medio nuestro. Cristo está en el centro y Él vive: vive en la comunidad que valora a cada uno; vive en cada joven que reflexiona su futuro; vive en los esposos fieles; vive en la familia unida; vive en los niños y ancianos; vive en las mujeres y hombres solidarios; vive en los que hacen de la autoridad un servicio para el Bien Común; vive en los sacerdotes, diáconos, seminaristas y consagrados audaces y auténticos; vive en los que, a pesar de las dificultades, no dejan de amar; vive en el perdón y en la paz.


Que María, nuestra Madre, interceda ante su Hijo Resucitado para que derrame sus bendiciones sobre todos los que habitamos esta bendita tierra patagónica del sur argentino.

Abril del 2007


Virginio D. Bressanelli (Obispo de Comodoro Rivadavia), Esteban M. Laxague (Obispo de Viedma), Fernando C. Maletti (Obispo de San Carlos de Bariloche), Marcelo A. Melani (Obispo de Neuquén), Néstor H. Navarro (Obispo del Alto Valle del Río Negro), Juan C. Romanín (Obispo de Río Gallegos).

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